Nosotros no conocemos a Jesucristo
pero sí hemos visto a Lucifer,
está siempre presente
en cada fusil incandescente que dispara
y en las caras de los niños iracundos,
víctimas del abandono de un Dios inmundo.
¿Cómo pretendes que le ore y que le adore
si nunca me ha demostrado su amor?
Sólo me condenó a un mundo
donde el horror es el pan de cada día.
¿Cómo pretendes que crea
si parece que tu Dios se alimenta
de la miseria y agonía?
El que no lo vea es porque no quiere hacerlo.
Venimos de una tierra atea
donde se tiene la idea que las balas,
para buena o mala suerte,
son las que controlan la vida y la muerte,
pues ellas son neutrales y no mienten,
no son favoritistas como tu Dios autista
que no ve y no escucha
a esa parte de la humanidad
que siempre sangra y lucha por su libertad.