domingo, 19 de septiembre de 2010

Sin remordimiento


Cada que disparo mi fusil mi alma se estremece 
gracias a la sensación de poder que dentro de mí crece.
Con él, yo decido quien vive y quien perece.
Es como jugar a ser Dios aunque te pese.

Por mi camino voy, arrebatando vidas
y mi única salida es no sentir nada.
Mi voluntad está crucificada, por tanto mi acción justificada.
Al disparar no siento ningún remordimiento
pues ya perdí toda clase de alientos.

Todos se han ido con el viento, dejándome solo
hundido y desolado en este frío polo.
Pero no importa, no los necesito porque al otro lado
mi mente al fin voló. 

Eres tú


Eres tú mi musa, mi inspiración.
En ti encuentro la razón para mi poema.
Con tu sonrisa me libraste de la escaramuza
de la desesperación y con tu protección
me ayudaste a resolver el tan complejo dilema
que representa el problema de la desolación.

Cada que te veo no sé si es real o estoy delirando
pero en cualquier caso siempre le ruego a Dios
que me permita seguir soñando
o seguir estando juntos los dos.

Cuando te miro a los ojos me entra cierto dolor
y es que me da miedo perderte
y de esa manera regrese el temor 
de no poder volver a verte.