domingo, 22 de mayo de 2011

¡Adiós, Sofía!


Cuando el dolor cubre el pecho
por los hechos de la realidad
vuelve mi habilidad para crear
y por la soledad, maltrecho vuelvo a temblar.

Mi mente en declive
escribe lo que mi corazón siente 
por esa mujer que, con su sonrisa
me hizo sentir la brisa del mar.

Fuiste tú mi quimera
y es una pena que nuestra estancia juntos
haya sido tan efímera.

Ahora que será mayor la triste distancia
quedaré como un difunto:
Sin vida, sin movimientos y sin alientos.
Y es que será mucho el sufrimiento
de no poder volver a verte.

Dentro, en mi cabeza
llevaré la condena de la tristeza
y serán éstas las cadenas
que me aten a la maleza
y muy despacio me maten.

Yo no tengo ni tesoros ni palacios que ofrecerte
sólo el último poema que podré escribirte.
¿Sabes? Si Dios existiera le agradecería
el haberme permitido conocerte
y me pregunto si Él pudiera
permitirme tenerte cerca al menos otro día.

Ahora, las palabras más tristes: "¡Adiós, Sofía!
Tu recuerdo me acompañará, como lo hace mi poesía".