domingo, 19 de septiembre de 2010

Sin remordimiento


Cada que disparo mi fusil mi alma se estremece 
gracias a la sensación de poder que dentro de mí crece.
Con él, yo decido quien vive y quien perece.
Es como jugar a ser Dios aunque te pese.

Por mi camino voy, arrebatando vidas
y mi única salida es no sentir nada.
Mi voluntad está crucificada, por tanto mi acción justificada.
Al disparar no siento ningún remordimiento
pues ya perdí toda clase de alientos.

Todos se han ido con el viento, dejándome solo
hundido y desolado en este frío polo.
Pero no importa, no los necesito porque al otro lado
mi mente al fin voló. 

1 comentario: